Por Roberto Pedraza Ruiz (*)Dentro de la problemática que se enfrenta para la conservación de los bosques templados de la Reserva de la Biosfera Sierra Gorda (RBSG), se encuentra la de las plagas forestales, que, dependiendo de la especie (plantas, insectos u hongos) que parasita al huésped, mata por igual a árboles como pinos, encinos, liquidámbares, nogales o enebros.
Si bien las plagas son parte de los procesos ecológicos de un bosque y a su vez hay especies que funcionan como control biológico de las mismas cuando el mismo se encuentra sano y en equilibrio, la alteración de sus procesos y cadenas tróficas, la pérdida de especies que originalmente los conformaban, las sequías y lo errático de las condiciones climáticas propiciadas por la realidad del cambio climático, se conjugan para exacerbar las condiciones propicias para la propagación de las especies parásitas, ya que los árboles se debilitan y son presa fácil de las mismas.
Este factor ha conducido a un claro desequilibrio en las condiciones que los árboles deben soportar, por lo que ahora son mucho más susceptibles; veranos más calientes y con lluvias erráticas e inviernos suaves han beneficiado de manera directa las condiciones para la proliferación sin control del gusano descortezador del pino, escarabajos del género ‘Dendroctonus sp.’, que ha sido el causante de la transformación de los bosques templados del este de la reserva, en donde se distribuye una especie de pino, ‘Pinus greggii’, que prefieren estos insectos para inocular sus huevecillos y se desarrollen sus larvas. Con su hábito de construir galerías en el cambium bajo la corteza, provocan finalmente la muerte del árbol, para después trasladarse e invadir otro.
Esta disminución de pinos ha provocado que los encinos estén ocupando áreas que anteriormente ocupaban los primeros, lo que seguramente está provocando cambios en la distribución de otras especies de flora, y también de fauna, y visto desde una escala más amplia puede ser ya un proceso de adaptación de la vegetación nativa al cambio climático.
El tratamiento básico en ambas plagas es el derribo del arbolado afectado, que ha demostrado que no controla los brotes, pues son de mayor impacto las labores de ‘saneamiento’, porque los métodos utilizados son retrógradas, pues dejan un sinnúmero de árboles mutilados, emplean insecticidas sin control de ningún tipo, afectan una variedad de otras especies de flora y fauna al abrir el dosel, se realizan sin supervisión de las autoridades ambientales y en muchos casos solo permiten el derribo de arbolado sano de manera ilegal. O quemar las cortezas y residuos, liberando con ello carbono a la atmósfera, limitando el retorno de materia orgánica al suelo, dejándolo desnudo y en algunos casos hasta impermeabilizándolo cuando se trata de arcillas e incluso provocando incendios forestales.
Esto ha llevado a un amplio saqueo de madera, mas no a bosques más sanos. Esta plaga de ninguna manera es un problema exclusivo de la RBSG; a través de imágenes de satélite se pueden apreciar millones de hectáreas de bosques de coníferas muertas por esta plaga en Estados Unidos o Canadá y una variedad de artículos y documentos de expertos demuestran que las condiciones cada vez más difíciles del clima son la causa directa de la proliferación sin precedentes y bonanza del gusano descortezador.
Está más que ampliamente demostrado que las actividades de “saneamiento” que llevan décadas ocurriendo en la Sierra Gorda y con brotes mucho menos virulentos no han servido en lo absoluto como control. En cambio, han dejado bosques destrozados, con una biodiversidad empobrecida, donde la huella del hombre solo ha tenido efectos perjudiciales.
En resumen, las actividades de saneamiento no han remediado nada, por lo que es obvio se necesita una nueva estrategia de tratamiento, mayor vigilancia y presencia de la autoridad y que los saneamientos no sean mero pretexto para saquear madera como desgraciadamente en muchos casos ha sucedido.
Desgraciadamente, dadas las condiciones climáticas cambiantes y las tendencias del calentamiento global, la tendencia es que las superficies afectadas se incrementen a futuro.
(*) Jefe del Programa de Tierras para la Conservación del Grupo Ecológico Sierra Gorda