de Roberto Pedraza Ruiz
A pesar de contar con una numerosa población humana de casi 100,000 personas, distribuidas en 638 localidades distintas, existen en la Sierra Gorda sitios especialmente bien conservados y que conservan su estado silvestre en buena medida, albergando especies de flora y fauna silvestre amenazadas y endémicas, por lo que desde el decreto de la misma como Reserva de la Biosfera, dentro de su zonificación quedaron definidas 11 zonas núcleo que en conjunto cubren 24,803 has.
Esto permitió proteger porciones significativas de todos los ecosistemas presentes dentro del polígono de la reserva, de acuerdo a la zonificación que maneja la Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente para este tipo de áreas naturales protegidas. Las mismas contienen zonas bien conservadas o poco alteradas, que alojan ecosistemas únicos, fenómenos naturales de especial importancia y especies de flora y fauna en peligro de extinción. En las mismas se encuentran restringidas las actividades humanas, y sólo pueden autorizarse actividades de investigación científica, de preservación de sus elementos, educación ambiental y de prevención y combate de contingencias, como plagas e incendios forestales.
La más pequeña de las zonas núcleo es la del Sótano del Barro, imponente cavidad vertical que cuenta con el tiro vertical más grande del mundo con 410 metros de caída libre, que aparte de constituir una maravilla geológica alberga la última colonia de guacamayas verdes del centro del país, especie sumamente amenazada que anida en las paredes del Sótano del Barro y que anteriormente era disturbada en su proceso de anidación por las actividades de espeleólogos. Al norte de la misma, ocupando porciones de los cañones de los ríos Ayutla y Santa María, se encuentran cinco zonas núcleo que en conjunto cubren 13,675 has de selvas bajas y medianas en un gradiente que varia de los 300 msnm hasta aproximadamente 1000 msnm, con especies de flora como chacas, palos de arco, tepehuajes, oxites, higuerones y orquídeas y de fauna venados cola blanca, armadillos tejones, tepezcuintles, jabalíes de collar, viejos de monte, felinos como tigrillos, leoncillos, pumas e incluso jaguares, que junto con la presencia de aves como los hocofaisanes, loros tamaulipecos y guacamayas, sensibles al disturbio y presencia humana, denotan el buen estado de conservación de esta área.
Sobre el cuerpo principal de la Sierra Madre Oriental, al este de la reserva, se encuentran dos zonas núcleo de especial valor, como la “Cañada de las Avispas” y la de “Joya del Hielo”, cubiertas por bosques de confieras y encinos y bosques de niebla en buen estado de conservación, con especies sumamente amenazadas como magnolias, granadillos y guayamés, así como los amenazados chivizcoyos, aves que han perdido la mayor parte de su hábitat y son exclusivas de nuestro país. Al sur de la reserva, ocupando 3,270 hectáreas de selvas bajas, se encuentra una zona núcleo en las márgenes del río Moctezuma, de especial belleza escénica por los relices de piedra que forman las paredes del cañón y que protege un sitio especialmente silvestre. Por último, desprendiéndose de las alturas de la Sierra de Pinal de Amoles y en las inmediaciones de la Misión de Bucareli, se encuentran las zonas núcleo de Mazatiapán y Cerro Grande, que tienen una gran riqueza de cactáceas y plantas de afinidad xérica que las convierten en un tesoro biótico en la porción más sureña del Desierto Chihuahuense.
A diferencia de otras reservas, la mayoría de sus zonas núcleo se encuentran en la periferia de la misma, por tratarse de áreas despobladas, conservadas por su accidentada topografía y que por lo tanto han sido relativamente poco utilizadas por los serranos, por lo que podemos confiar en que permanecerán íntegras, con todo su acervo biológico y capacidad de prestar servicios ambientales que benefician tanto a los habitantes de la sierra como de las áreas circunvecinas.