por Roberto Pedraza Ruiz

Distribuidos como una delgada franja entre los bosques de las tierras bajas y los templados de las partes altas de las sierras, los bosques nubosos del neotrópico, o bosques mesófilos de montaña como también son conocidos, son sin duda los ecosistemas más ricos por unidad de superficie del planeta. Eso quiere decir que en ningún otro sitio se encuentran concentradas tantas especies de flora y fauna como en estos bosques, donde en una pequeña superficie conviven una alta diversidad de formas de vida. Encontrándose desde el noreste de México hasta Argentina y Bolivia en los Andes, a manera de un fragmentado archipiélago, se caracterizan por formas exuberantes de vegetación, la abundancia de musgos y plantas epífitas y la saturación de humedad ambiental, derivada de las frecuentes neblinas que los cubren y les dan un aura de misterio y belleza únicas.

En nuestro país por lo general crecen entre los 800 y 2800 msnm, más en latitudes más sureñas, como en los Andes se distribuyen de los 2000 a 3,500 msnm y los extremos de precipitación van de los 1000 milímetros anuales hasta máximos de 10,000 mm y temperaturas medias de 20 a 30°C. Su fisionomía y composición igualmente es variada; desde los achaparrados bosques que se encuentran en la cima de montañas tropicales (como en el Volcán Tacaná en Chiapas) a los que compuestos por corpulentos encinos y liquidámbares alcanzan 35-40 metros de altura, con árboles excepcionales como el olmo mexicano (Ulmus mexicana) que en los bosques nublados del sureste fácilmente alcanzan los 70 metros de altura. Este ecosistema tiene una alta productividad en cuanto a servicios ambientales, ya que el aporte de humedad de la neblina se traduce en una captación extra de agua; la misma puede variar desde un 10% al 48% dependiendo del sitio.

En todo caso la abundante precipitación pluvial de la que gozan y densa cobertura vegetal, permiten que la mayor parte de la lluvia sea infiltrada al suelo y con ello la recarga hidrológica sea especialmente productiva en las áreas dominadas por estos bosques. También son amables con nosotros por el aporte de especies de flora y fauna que han sido domesticadas o aprovechadas en su medio; de acuerdo a un estudio, las comunidades zapotecas de la Sierra Norte de Oaxaca aprovechan hasta 53 especies para consumo y medicina. Muchos bosques de estos han sido transformados para el cultivo del café y al ser ecosistemas especialmente ricos o a veces incluso dominados por especies de aguacates silvestres, los mismos son el ecosistema “cuna” de los aguacates que consumimos.

En México ya hemos perdido más de la mitad de su superficie original y aún en los tiempos cuando contábamos con sus bosques y selvas íntegros, estos bosques no ocupaban más del 1% de la superficie del territorio nacional. A pesar de su reducida extensión y la pérdida de especies por el embate de las actividades humanas, estos bosques están formados por alrededor de 3000 especies de plantas, lo que equivale al 10% de la flora del país y de las cuales el 30% son especies endémicas a este ecosistema, es decir, no se encuentran en ningún otro tipo de vegetación.

En la RBSG y el estado de Querétaro, si bien originalmente sólo cubrían una pequeña superficie y una buena parte ha desaparecido, aún se encuentran manchones representativos de estos bosques en los municipios de Landa de Matamoros, Jalpan de Serra y Pinal de Amoles, que albergan una parte importante de la biodiversidad del estado, encontrándose en laderas con orientación noreste y cañadas protegidas, donde prospera gracias a la alta humedad ambiental y en un amplio gradiente altitudinal que va de los 800 hasta los 2750 metros sobre el nivel del mar. En el municipio de Pinal de Amoles se encuentra en las cañadas que se desprenden del cerro de la Pingüica, además de otros manchones en la cuenca del río Jalpan, mas desgraciadamente en condiciones de alto disturbio. Sin embargo en la porción éste de la sierra, en los municipios de Jalpan de Serra y Landa de Matamoros y a pesar de su extensiva destrucción en la zona de Agua Zarca, aún se conservan magníficos relictos en las partes altas, que constituyen parajes únicos en el estado y albergan especies de flora y fauna endémicas y en peligro de extinción y que resultan prioritarios para la conservación.