Un angosto camino de mineros es el único acceso a las mayores alturas de la Reserva de la Biosfera Sierra Gorda (RBSG), donde cubiertas de bosques de pinos, encinos y abetos sus montañas forman una isla del cielo, bordeadas al oeste por el semi-desierto y al este por bosques tropicales. Las abruptas montañas de la Sierra Gorda, ubicadas en el centro-oriente de México, forman parte de la imponente Sierra Madre Oriental  y por una variedad de condiciones constituyen el área natural protegida más eco-diversa de México. A su vez México es uno de los países mega-diversos y a pesar de su ubicación latitudinal el más rico a nivel mundial en especies de pinos y encinos, donde en particular destaca en la RBSG el Cerro de la Pingüica, la mayor elevación de la zona con sus 3100msnm con su amplia variedad de especies de árboles. El paisaje en esa área podría parecer netamente neártico, con pinos, encinos, álamos temblones, abetos Douglas y otras coníferas, pero incluso en ese clima frio grandes agaves encuentran su casa, recordando que nos encontramos en el centro de México.

El agave es una planta de particular importancia en México desde tiempos prehispánicos, pues proporcionó fibras para una variedad de tejidos, elaboración de cuerdas, sus hojas para construcción de tejados e incluso fue utilizado en ceremonias religiosas y hoy día sigue siendo fuente de varias bebidas alcohólicas, como el mezcal, sotol, pulque y el mundialmente famoso tequila. Sin embargo, esos productos no estarían disponibles sin la labor de una variedad de polinizadores, tanto insectos como aves, en particular de los colibríes, aves exclusivas al Continente Americano, representadas en la RBSG por 15 especies adaptadas a una variedad de ecosistemas y cumpliendo en todos ellos una vital labor de polinización.  Fue en el mes de junio cuando por casualidad me di cuenta de las grandes flores amarillas que sobresalían entre pinos y encinos a lo largo de la carretera principal a la capital del estado y de inmediato pensé en colibríes atraídos por las flores, por lo que regresé de inmediato con la cámara y lentes para ver que podía encontrar.  Aunque he recorrido esa área desde hace muchos años en múltiples ocasiones, cada una de ellas ha sido espectacular y dado excelentes sorpresas, mas en este caso fue mayúscula. A los 25 minutos de subir en el jeep por la angosta brecha y ya por arriba de los 3,000 metros, con un viento frio a pesar de estar en el verano, encontré entre pinos y encinos antiguos un magnífico grupo de agaves en flor, con tallos de 5 metros de altura que apenas soportaban el peso de los grandes racimos de flores…., y muchos colibríes! Pajarear puede ser una actividad bastante irregular al no tener esas pequeñas aves una agenda ni nada parecido, pero no era este el caso, muchos asuntos se estaban dando en esas flores. En cuestión de pocos minutos aceptaron mi presencia (por experiencias previas sabia yo el hambre puede más que el miedo con esas aves) y reanudaron sus actividades para atacar las flores, hasta 25 aves de 4 especies distintas alimentándose al mismo tiempo. Esa ceremonia inicia desde la salida del sol hasta que oscurece, pues el acelerado metabolismo de los colibríes y requerimientos de energía los lleva a alimentarse de manera continua del néctar de las flores en el que basan su dieta, que complementan sobre todo en invierno con pequeños insectos. Desde el zumbador enano, endémico a las tierras altas de México y la segunda ave más pequeña del mundo a colibríes de oreja blanca, garganta azul y corpulentos colibríes magníficos se dieron cita para ofrecer un espectáculo inesperado y que resultó una oportunidad única para fotografiarlos, aunque ello es todo un reto; vuelan a una increíble velocidad, son agresivos entre ellos y no paran de moverse de flor en flor, por lo que se depende de buena luz, un diafragma amplio, tirar lo más rápido posible y un buen telefoto para poder capturarlos y detener su frenético vuelo.

Fue sin duda un espectáculo único y que muestra una más de las facetas de la Sierra Gorda, donde es obligado llevar a cabo todo esfuerzo y actividad posible para proteger una biodiversidad única en el centro de México. Estas especies de colibríes y muchas otras se encuentran protegidas en la red de reservas naturales privadas de la RBSG.