Por Valeria León
Fuente: Revista Equilibrio
- ¿Cuándo iniciaste tu carrera como fotógrafo y cómo decides especializarte en fotografía de la naturaleza?
De manera formal en 2009. Ello vino de manera natural luego de estar a cargo de un proyecto de monitoreo de jaguar, utilizando cámaras trampa. Con la obtención de imágenes de jaguares, pumas y otros mamíferos en la Sierra Gorda, me di cuenta del poder de las imágenes y su gran utilidad ante una variedad de audiencias. Fue entonces cuando comencé a adquirir equipo y aprendí de manera autodidacta, a prueba y error y devorando algunos libros.
El contar con imágenes de alta calidad de la biodiversidad local se ha tornado en un excelente activo y capital para el Grupo Ecológico Sierra Gorda, organización con la cual tengo el honor de colaborar desde hace más de dos décadas. Y trabajar para una organización de conservación hace que las imágenes sean herramientas prácticas. Ahora, en 2015, tengo la fortuna de estar publicando en una variedad de medios y participado en varias exposiciones, colectivas e individuales.
- ¿Cómo llegaste a la Sierra Gorda?
La familia de mi padre lleva asentada en la sierra desde hace más de dos siglos (mi hermano y yo somos ya una quinta generación), por lo que tenemos una profunda raíz en la región. Crecí allí, cuando mis padres decidieron dejar la ciudad de Querétaro y mudarse al campo. Ellos iniciaron el proyecto de conservación en mi niñez, por lo que crecí junto a él y lo más natural fue acabar como conservacionista.
- ¿Qué encontraste ahí que te cautivó?
Biofilia es un término que acuñó el famoso biólogo y escritor Edward O. Wilson y que me encanta. Creo que define mi relación y percepción con estos montes. Su diversidad biológica y tenerlos de traspatio es un privilegio especial.
La Sierra Gorda es un laboratorio único en este país megadiverso, donde la vecindad entre ecosistemas muy distintos y sus especies asociadas ofrecen una variedad de modelos en cortas distancias. Por lo que es un paraíso para un fotógrafo, que aparte, la conoce de manera íntima. Ello facilita muchísimo las cosas. Y, aparte, hace a la fotografía muy útil, pues por primera vez estoy “poniendo cara” a especies nuevas, raras o endémicas, prácticamente desconocidas. ¿Hace diferencia más fotos de pingüinos o tigres de Bengala? Lo dudo mucho. En cambio, creo que sí aporta a la ciencia y a la conservación retratar especies poco carismáticas o desconocidas, igualmente amenazadas.
- ¿Cuál ha sido la fotografía que más te ha llenado y por qué?
Son varias y por motivos distintos. Pero sin duda la más cercana es la de una margay que tuve el honor de rescatar de un cazador furtivo, ayudarle y luego liberarla en una de las reservas naturales privadas que custodiamos. La expresión de sus ojos al encontrarse de nuevo en el bosque es elocuente. La reacción de las personas cuando muestro esa foto es impactante. Incluso los niños, cuando les doy mi plática sobre biodiversidad, suelen soltar un “aahhhh” que me conmueve.
- ¿Cuál ha sido la especie que más trabajo te ha costado fotografiar?
Más bien las que no he podido fotografiar. Hocofaisanes y chivizcoyos (una especie de ave endémica a la Sierra Madre Oriental, sumamente amenazada) siguen eludiéndome, cuando son especies básicamente no documentadas en vida silvestre. En todo caso, salvo muy pocas excepciones, fotografiar biodiversidad es complejo, requiere planeación, transportarse a sitios remotos, esfuerzo físico, conocer de la historia natural, ciclos y hábitos de las especies de flora y fauna y, por supuesto, suerte. Cazar la luz y las nubes de un frente frío a 3000 metros sobre el nivel del mar o a las guacamayas y sus perchas favoritas… son modelos que no cooperan.
- ¿Cómo te puede transformar el hecho de habitar en un lugar rodeado de naturaleza?
Te desarrolla un sentido de compromiso y solidaridad con la biodiversidad, que con el cambio climático y la sexta ola de extinción masiva que los humanos hemos provocado, no queda de otra que ponerte de su lado. Pensar que las fotos que tomo se quedarán únicamente en el futuro como archivos digitales es inaceptable. Hay que luchar para que no se pierdan esas especies amenazadas.
- Puedes describir tu proceso creativo.
Mi percepción de la luz, formas y colores creo se ha educado y mejorado mucho con los años. La autocrítica es el mejor aliado, máxime cuando trabajas lejos de otros colegas y no tienes retroalimentación ni crítica, por lo que ahora pocas fotos sobreviven, cuando antes almacenaba gigas de basura. Y, desde luego, tienes que ser una persona obsesiva, que busca las imágenes y terquea hasta que se consiguen.
- ¿Cómo es un día en tu vida laboral?
Se dividen entre los días en oficina, que son ineludibles, y los días en campo, usualmente en recorridos de supervisión en las reservas naturales que tengo a mi cargo y donde siempre viene conmigo mi equipo. Es un privilegio que te paguen por hacer un trabajo así, ¡por proteger sitios con alta diversidad biológica, casa de jaguares, margays o salamandras amenazadas, en algunos de los sitios más silvestres y remotos de estas montañas! Y de paso ir haciendo fotografía, que sé que tendrá una aplicación práctica para la gestión y educación, posicionando esta región como una prioridad para la conservación. ¿Qué más se puede pedir?
- ¿De qué forma consideras que el documentar especies concientiza y educa?
Me he dado cuenta, gracias a la reacción de una variedad de públicos a mis fotos, ya sea en exposiciones, presentaciones, en revistas o libros, que realmente las imágenes tienen un impacto inmediato y cambian la percepción acerca de la Vida. Particularmente con mis vecinos en la Sierra Gorda, de alumnos de escuelas rurales a amas de casa. Se maravillan con las imágenes, cuando son su entorno inmediato. ¡Me han llegado a preguntar si me fui a algún lugar lejano de viaje a tomar las fotos! Cuando les digo que, que son de la Sierra Gorda, sé que he conseguido impactarlos. Y con ello sé que cambian la percepción que tienen de su vecindario.
- Recientemente fuiste incluido en “Por el Planeta”, ¿qué significa esto para ti?
Hay muchos concursos de fotografía. Pero las metas de Por el Planeta lo hacen distinto, pues tiene un claro objetivo de conservación. Además, es un concurso de clase mundial por los socios, patrocinadores y el nivel del jurado. Por ello, haber sido incluido en él -algunas de mis imágenes servirán para promocionarlo- es un honor enorme. Aparte, estar al lado de algunos de los fotógrafos más prestigiados a nivel mundial, como Paul Nicklen, David Doubilet, Brian Skerry y Cristina Mittermeier, se me antoja increíble.
- ¿Qué otros proyectos te gustaría desarrollar?
Desde luego un proyecto editorial sobre la Sierra Gorda, postergado pero que tiene que ser concretado y llenar un vacío de información. También foto-trampeo con equipo de calidad y conseguir así imágenes de los últimos jaguares queretanos. Y desde luego, aparte de mi compromiso a largo plazo con la Sierra Gorda, el visitar algunos de los últimos sitios silvestres de México, como el año pasado las sierras del norte de Coahuila y sus florecientes poblaciones de osos negros, donde los ecosistemas aún respiran completos.