por Martha Isabel Ruiz Corzo

Un viaje me lleva nuevamente a Perú, a la ciudad de Lima, donde el 22 de abril se llevó a cabo un Foro de Servicios Ecosistémicos, invitada por el Ministerio de Medio Ambiente peruano a través de Forest Trends, organización socia del proyecto Sierra Gorda basada en Washington, DC, grupo de expertos, asesores, promotores de la valoración económica de los servicios de los ecosistemas a nivel mundial que técnicamente diseñó la agenda de este importante evento.

Fui invitada para compartir el manejo de conservación participativa de la Reserva de Sierra Gorda, interesados en aprender cómo conseguir una conciencia social que mueva a la acción, generando oportunidades para los dueños de la tierra. Al público le interesó en particular el pago de compensaciones de carbono que el Gobierno del Estado de Querétaro ha creado, un gran logro con visión que ha sorteado las dificultades que enfrentan los mecanismos globales, que pretenden proteger los bosques y que sólo han gastado millones de dólares en consultorías sin conseguir aterrizar estos mecanismos en campo.

El problema es de raíz; las reglas del juego no tomaron en cuenta quiénes son los dueños de los bosques, y esos protocolos globales son de principio a fin un traje muy grande para la extrema pobreza; son carísimos, excluyentes y complicados, con reglas que nunca van a conseguir su operación. Por eso nos invitaron a participar en el panel “Las montañas y su gente”, donde se discutió de qué forma se puede proteger el capital natural al tiempo que se alivia la pobreza. Y es muy simple, puesto que es justo que los dueños de los bosques sean compensados por los servicios que brindan a la sociedad.

Por supuesto que nadie quiere reconocer que sus reglas no operan, viviendo de sus prebendas; nosotros fuimos con la voz de nuestra experiencia pionera que ha conseguido que un mecanismo local suceda en Sierra Gorda. Actualmente poseedores de 40,000 has reciben pago por los servicios que brindan los ecosistemas; esto significa un ingreso considerable para ellos, que a cambio, llevan a cabo una serie de acciones de protección y conservación de la flora y fauna silvestre, dejando atrás en gran medida los incendios provocados, una amenaza que cada estiaje se cernía sobre los bosques. Un bosque que genera ingresos para su dueño no se incendia; eso es lo que está pasando en Sierra Gorda; llegó el momento de dar valor económico al capital natural y con ello un ganar-ganar que urge generalizar, llevarlo al sur del estado y a otras partes del país.

Fuimos a compartir esta experiencia, buscando acortar curvas de aprendizaje y proteger los magníficos bosques y selvas del Perú; a compartir las mejores prácticas agropecuarias y forestales que estamos implementando, y el ejemplo de un área natural protegida que trabaja con sus habitantes desarrollando una cultura sustentable y generando oportunidades económicas, recuperando la productividad de sus suelos, protegiendo sus montañas, la vida silvestre, sus tesoros.