Nuestro modo de vida directamente agravia al entorno, una sociedad que se valora en el nivel de consumo donde enfermos de posesión avanzamos a nuestro ocaso. No será la primera vez que la vida se extinga en el planeta; esta vez por la acción directa de sus habitantes que la agotaron, la contaminaron, que desmadejaron los sabios ciclos y cadenas que, en una maquinaria perfecta permitía que desde hace milenios  la vida se diera y evolucionara. La sociedad existe en la fragilidad no sólo de la amenaza ambiental, sino la enfermedad social en donde guerras, narcotráfico, terrorismo y una juventud que ha sido alimentada de valores plásticos, vacíos y superficialidad; no tiene resistencia, no cuenta con los elementos, con la fuerza de carácter, los valores ciudadanos, que en una situación de crisis son necesarios para salir adelante. Los retos se superan enfrentándolos, en la ignorancia se escuda, la inacción y la indolencia, conocer la gravedad del problema, valorar los activos naturales, las reservas planetarias, el capital con que contamos para salir adelante, reinvirtiendo la tendencia actual, reencontrándonos con nuestras raíces, reconectando con la Tierra, volviendo a una vida simple, en donde los valores hayan cobrado sentido y nuestro planeta no sea una morada de locos  en donde una sociedad desquiciada, cava su propia destrucción.