por Roberto Pedraza Ruiz
En su territorio, México alberga a 23 especies de la Familia de los Psittácidos, es decir, a pericos, loros y guacamayas que se distribuyen por la vertiente del Pacífico desde el norte de Sonora y Chihuahua, y en la del Golfo desde los estados de Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas hasta Centro y Sudamérica, pues se trata de una familia de aves de afinidad tropical. Si bien existía una especie nativa y abundante al este de los Estado Unidos, el periquito de Carolina, se extinguió gracias a la despiadada cacería de la que fue objeto. Sólo quedan los testimonios de viajeros que hablan de las nubes de millones de dichas aves.
Son aves eminentemente forestales, pues su biología y etología los convierten en un elemento más de bosques y selvas. Sus hábitos se encuentran íntimamente ligados a los mismos, pues se alimentan de los frutos, semillas y brotes que las diferentes especies de árboles y plantas les van ofreciendo. Por lo general anidan en cavidades de árboles antiguos, aunque algunas especies prefieren anidar en agujeros y pequeñas cuevas de riscos y sótanos, además de ser monógamos y formar parejas de por vida, conducta que, si es bien virtuosa, redunda en parte en la baja producción de polluelos y la actual crisis por la que atraviesan muchas de sus especies. Incluso son capaces de detectar una baja disponibilidad de recursos y abstenerse de procrear.
Desgraciadamente, la tendencia en general de las poblaciones de estas aves es la de una drástica disminución e incluso la extirpación local de muchas de sus poblaciones, debido principalmente a la desaparición de su hábitat y a la intensa captura y comercialización de polluelos, práctica que elimina a muchas más aves que las que finalmente llegan a los consumidores en el mercado negro. Por cada ave que es comprada murieron ocho en el proceso de captura, almacenamiento, transporte y comercialización, debido al stress, hacinamiento, maltrato y deficiente alimentación, por lo que un comprador que de buena fe y “por amor a las aves” las adquiere se convierte en cómplice y destino final de una cadena de destrucción, corrupción y maltrato.
En el tercio norte de nuestro estado, en la Reserva de la Biosfera Sierra Gorda, existen poblaciones de seis especies de esta familia, como el perico verde mexicano (Aratinga holochlora), perico pechisucio (Aratinga astec), los cuales se encuentran al este de la reserva, aún son relativamente comunes y son conocidos localmente como quilas o catarinas; también en esa área se distribuye el loro frente-blanco (Pionus senilis), conocido como “cucho” y que habita tanto en selvas medianas, bosques de niebla o de pino-encino.
Restringidos a un sector del Cañón del río Santa María, se encuentran en sus selvas bajas y medianas el loro cachete amarillo (Amazona autumnalis) y el loro tamaulipeco (Amazona viridigenalis), que han sido especialmente perseguidos por los capturadores de aves por su habilidad de imitar la voz humana, lo que ha puesto a la última especie en una situación crítica. Sin embargo, la especie más destacada de esta familia es la guacamaya verde (Ara militaris), de la cual sobreviven alrededor de 40 parejas que anidan en el Sótano del Barro (zona núcleo de la reserva) y el Cañón del Infiernillo, de donde salen a alimentarse, llegando a recorrer largas distancias en un día y retornando por las tardes a descansar a las cavidades en los riscos de dichas formaciones geológicas. Además, en los últimos años se han registrado migraciones estacionales de la cotorra serrana oriental (Rhynchopsitta terrisi), ave endémica a un corto sector de la Sierra Madre Oriental en los estados de Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila que, a raíz de los devastadores incendios forestales de 1998, comenzaron a visitar los bosques de pino-encino del este de la reserva en busca de alimento, en este caso las semillas de los mismos pinos y otras coníferas que extraen con sus poderosos picos de los conos.
Sin duda, las poblaciones que sobreviven en la Sierra Gorda son sólo un reflejo de lo que anteriormente existió, pues su hábitat se ha reducido considerablemente. Es urgente el cambiar nuestra actitud hacia estas vocingleras y coloridas aves y evitar su extinción.