por Roberto Pedraza Ruiz
La Sierra Madre Occidental, el sistema montañoso más grande de nuestro país y cadena hermana a la Sierra Madre Oriental, a la cual pertenece la Sierra Gorda, corre hacia el sur casi desde la frontera con los Estados Unidos en los estados de Sonora y Chihuahua, extendiéndose también en los de Sinaloa, Durango, Nayarit y llegando hasta Jalisco, separando el altiplano de la costa del Pacífico. De naturaleza ígnea y altitudes medias de 2000 msnm hasta los 3,300 msnm del Cerro Mohinora en el sur de Chihuahua, alberga una rica biodiversidad, cuenta con valores escénicos únicos como las Barrancas del Cobre o la Cascada de Bassaseachic y presta importantes servicios ambientales.
En sus partes altas se encuentran los bosques de coníferas más extensos del país, selvas bajas y medianas en su vertiente oriental hacia la costa y desde luego los desiertos Sonorense y el Chihuahuense la rodean. Es una zona de alta biodiversidad y endemismos en diferentes grupos de flora y fauna, que sin embargo ha sufrido un brutal embate de actividades productivas, principalmente por madereros y presiones humanas que inútilmente han despojado a México de buena parte de su capital natural; ejemplo ilustrativo son el oso grizzly mexicano, extirpado en la década de los 60´s del norte del país, el lobo mexicano, el cual sólo sobrevive en cautiverio y el que fuera el más representativo y escaso miembro de su fauna, el carpintero imperial (Campephilus imperialis), el más grande del mundo y endémico a los bosques antiguos de pino-encino de la Sierra Madre Occidental y parte del Eje Neovolcánico, que merced a la rapacidad de los madereros e inconsciencia desapareció definitivamente del planeta.
En la década de los 90´s, un equipo de ornitólogos del Instituto de Biología de la UNAM y el Institute for Systematics and Population Biology de Holanda, se dieron a la tarea de encontrar los remanentes de la población del carpintero a lo largo de la gran cadena montañosa, mas su estudio desgraciadamente sólo sirvió para confirmar su extinción y que otras especies endémicas se encuentran en serio riesgo de desaparecer. Con 103,420 km2 de bosques de pino-encino como hábitat original, el carpintero imperial debería seguir siendo parte de nuestra avifauna y uno de sus más notables endemismos. Sin embargo en menos de un siglo de labores tala sistemática y abusiva, provocaron que en 1995 sólo sobrevivieran 571km2 de bosques antiguos, lo que significa una reducción del 99.4% de la extensión original de los mismos y hogar de su biodiversidad. Aún de esos 571km2, únicamente 22km2 constituían hábitat adecuado para estas aves, por lo que su suerte ya estaba echada.
Si bien aún existen amplios bosques en la sierra, dado que son de segundo crecimiento o resultado de cortas intensivas, los mismos no tienen capacidad de sostener la biodiversidad original ni mucho menos a los carpinteros. Dadas las topoformas de la Sierra Madre Occidental, cortada por profundos cañones y sin embargo contando con amplias “mesas” en las partes altas, a diferencia de la Oriental, más escarpada, el hábitat del carpintero se circunscribía a los bosques antiguos de mesas, donde crecían los pinos más corpulentos, adecuados para las necesidades de anidamiento de esa ave. De acuerdo al estudio de dichos investigadores, el pico de extinción se dio entre 1946 y 1965, cuando la mayoría de los entrevistados en la sierra reportaron haber visto su última ave.
La cacería de estas corpulentas aves con fines de diversión y la acelerada extracción maderera diezmó las poblaciones rápidamente. Tanto pinos maduros como árboles muertos en pié fueron extraídos, dejando al carpintero sin sus sitios de anidación y alimentación. Eran aves sociales, que se movían en grupos de 7 a 8 individuos y que dados sus amplios requerimientos de hábitat nunca deben haber sido más de 8,000 individuos, por lo que se trataba de una especie naturalmente escasa y especialmente vulnerable al disturbio humano. Si bien algunos ejemplares deben haber sobrevivido incluso hasta la década de los 90´s, sin duda ahora se han extinto y con ello perdimos una especie exclusivamente mexicana, de la que sólo quedan algunas viejas fotos y pieles en algunas colecciones científicas. Sin embargo, como si no hubiera bastado con su extinción, otras aves, igualmente habitantes de los bosques templados de la Sierra Madre están en riesgo de desaparecer; la cotorra serrana occidental (Rhyncopsitta pachyrhyncha) el trogón orejón (Euptilotis neoxenus), también endémicos y también en riesgo por las operaciones madereras que extraen hasta los árboles muertos en pie para convertirlos en pulpa y de los cuales dependen estas dos últimas aves para anidar.
¿Cuántas especies más vamos a erradicar en aras de ganancias económicas pasajeras, erosionando aún más el capital natural de nuestro país?