Por Esther Díaz
Fuente: Huffington Post
El papa Francisco ha llamado a la cordura, el autocontrol y el fin del despilfarro. O, lo que es lo mismo, ha pedido que el mundo vea a los recursos naturales con una mirada menos depredadora y más orientada a la protección y la conservación.
La encíclica ‘Laudato si’, sobre el cuidado de la casa común, habla de una destrucción sin precedentes de los ecosistemas, de las graves consecuencias que nos esperan en caso de no tomar medidas y del cambio climático como algo producido en gran parte por los humanos.
En la encíclica verde -como ya se le conoce de manera informal-, el papa insta a la comunidad internacional a alcanzar acuerdos que fijen la responsabilidad de cada Estado por los daños al medio ambiente, en particular por la emisión de gases contaminantes.
Pese a que estas posturas no serán bienvenidas por algunos, especialmente los sectores estadounidense más conservadores, el documento cuenta con millones de seguidores en todo el mundo.
“Negación del problema, indiferencia, resignación cómoda” y “confianza ciega en soluciones técnicas” son algunos de los términos que el sumo pontífice utiliza al criticar a aquellos que niegan la existencia del cambio climático y su relación con el hombre.
También hace referencia a los recursos de la tierra, que están siendo “depredados a causa de formas inmediatistas de entender la economía y la actividad comercial y productiva”.
Cabe señalar que el documento no es un análisis científico de los efectos del cambio climático, sino un texto dirigido a cualquier persona, independientemente de la religión que profese, en el que se responsabiliza a los seres humanos por la manera en la que custodiamos el Planeta.
La Tierra está protestando por lo que le estamos haciendo, por el “uso irresponsable y el abuso de los bienes que Dios puso en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus poseedores y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que existe en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes”, se puede leer.
Ante esta situación, las asociaciones civiles medioambientales, como Grupo Ecológico Sierra Gorda (GESG), en México, ven enormes posibilidades de expandir el mensaje que por décadas han tratado de hacerle llegar al mundo.
Sin embargo, con escasos recursos económicos y serios limitantes técnicos (la conexión a internet no siempre es buena entre valles y montañas, y menos aún en países en vías de desarrollo), la información llega a un número limitado de personas.
Consciente de que la educación ambiental es básica para generar un cambio, GESG lleva 28 años trabajando con las escuelas rurales de la Sierra Gorda.
En los últimos 15 años, se han atendido 200 escuelas en 150 comunidades. Se han realizado 36.814 sesiones escolares de sensibilización ambiental, 4284 funciones de títeres y 5660 funciones de cine-club escolar, y se han entregado 82.856 paquetes de material didáctico.
Además, 1472 recorridos de apreciación de la naturaleza, 57.237 trípticos sobre temas ambientales, 4729 láminas con mensajes y 26,329 carteles, 452 murales pintados con mensajes ambientales, 5671 reuniones comunitarias y 835 Festivales de la Tierra han sido realizados.
La voz del Papa se levanta ahora con un mensaje que ayuda a las asociaciones medioambientales, sean cuales sean sus creencias o las de sus integrantes, a seguir luchando con mayor esperanza por la defensa de los recursos naturales.
Esperamos que los que toman las decisiones, quienes en diciembre pasan por un nuevo examen en París, también hayan entendido el mensaje del Vaticano.