Cada otoño los bosques, selvas y matorrales de la Sierra Gorda dan la bienvenida a los representantes de un fenómeno multitudinario e increíble que significa la sobrevivencia al invierno de los mismos; la migración de millones y millones de aves que dejando sus sitios de anidación en los Estados Unidos y Canadá llegan hasta nuestras montañas buscando abrigo y sustento o de paso a Centro y Sudamérica . Chipes, tangaras, vireos, gorriones, rapaces, búhos, garzas, cormoranes, colibríes, carpinteros y perlitas entre muchas otras especies (97 de ellas) se dan cita cada año aquí. Sin embargo en vez de ser agredidas, rechazadas, acosadas, asaltadas, apresadas o corridas, de inmediato se incorporan con las especies locales en parvadas mixtas. Claro que no debe uno juzgar como humano, pero resulta claro que; disfrutan la compañía, resulta de mutuo beneficio el andar en bola y cuidarse de depredadores y que sin prejuicios, visas ni trámites forman una comunidad que cada año se reúne para pasar el invierno. Igualito que los humanos.
Obviamente con más sentido común, hospitalidad, inteligencia y siguiendo el camino natural de la evolución que nosotros hemos hecho a un lado y cumpliendo su función en los ecosistemas de origen y los que visitan. Creo tienen mucho que enseñarnos.
Para fotografiarlos, al igual que con otros grupos de fauna hay que valerse de maña; grabaciones, reclamos o simplemente regar el pasto con un aspersor. La mayoría de las aves aman bañarse, por lo que sólo es cuestión de tiempo el que encuentren el agua y posen. En menos de dos horas pasaron representantes de diez especies, mexicanos y extranjeros por igual, únicamente buscando agua y pasar el rato con los amigos.

Este macho de reyezuelo puede haber viajado desde Canadá, unos 4,000 kilómetros de vuelo.